ISBN 13: 978-84-264-2813-4
ISBN 10: 84-264-2813-4
Título: Las musas inquietantes
Lengua de publicación: Castellano
Edición: 1ª ed., 1ª imp.
Fecha Impresión: 10/1999
Publicación: Editorial Lumen, S.A.
Descripción: 112 p. il. col. 22×14 cm
Encuadernación: rúst.
Colección: Poesía
Materia/s: DC – Poesía1DSE – España2ADS – Español / Castellano
“el pan y el vaso
flotan en el aire irreal
de Nueva York dormida”
Cuadros de una exposición por Rosalía Baltar - Universidad Nacional de Mar del Plata
Las musas inquietantes -cuyo título alude a una pintura de Giorgio de Chirico- es un libro compuesto por 50 poemas que refieren a 47 pinturas y una escultura (hay dos poemas para “Las Musas inquietantes” y dos para “El nacimiento del ídolo” de René Magritte) de 30 artistas, incluyendo un anónimo (la escultura) y todos de consagración universal. A simple vista parecería una colección provocada por el mero gusto placentero de este sujeto curioso visual, pero, si prestamos atención a las elecciones, al orden y a la presencia de algunos autores, algunas estéticas, el texto deja el sesgo espontáneo primero para convertirse en una máquina cuyo centro es la reflexión del arte y de la escritura.
La colección puede organizarse temáticamente: muchos poemas y cuadros refieren a mujeres; la mayoría de los textos cuentan, describen, narran historias de mujeres (altas, bajas, humildes, heroicas, comunes, distintas, casi todas dignas y solitarias, casi todas encerradas en esa propia dignidad). Quizás la mujer sea el monumento de esta historia (la única escultura: “La dama de Elche”, anónima, ibérica, verdadera musa inquietante por su desconocido origen). También hay poemas que trabajan con el mar, con el movimiento y la guerra, los hombres y los viajes, la pérdida, la memoria, las imágenes del pasado.
Sin embargo, esta exposición plantea un recorrido estético que excede estas tematizaciones. Por empezar, son más los autores seleccionados del siglo XX que de otros tiempos: el expresionismo, el modernismo, las vanguardias ganan la partida (le sigue el siglo XIX). Dentro de ello es notable el desequilibrio en una selección que no pretende ser una antología clásica, en el sentido de que se selecciona con un criterio general y representativo (de corrientes, de géneros, de temas, etc.). No. Un poema que habla de laGioconda contra siete escrituras que recrean obras del artista belga Magritte. No son la generalidad o la representatividad los criterios de selección sino la capacidad de algunas pinturas o estéticas (o incluso la producción total de un autor como Magritte o Dalí o Bacon o Andrews) de determinar como centro del relato pictórico la problematización de la referencia externa con el lenguaje del arte: los límites de la representación y la procacidad productiva de la autorreferencia y el cuestionamiento por los alcances de la propia materialidad.
Así, los pintores seleccionados tienen un aspecto saliente que se vuelve procedimiento autorreferente de los textos de Peri Rossi y de su obra en general; si leemos cualquier colección de pinturas, de historia del arte, vamos a observar que en todos los autores se destacan dos particularidades: un conocimiento técnico profundo, un dominio de los materiales muy acentuado, que les permite conocer la tradición, por una parte y una pasión desatada en la resignificación, en la innovación de esa tradición. Ejemplos al azar: Caspar David Friedrich: “obras de cuidada ejecución que se ponen en tensión con una fuerte descarga emotiva”; Courbet: “se revela contra el movimiento romántico” pero “estudia y copia los autores del XVII español”; Paolo Uccello: prolijidad del detalle, “apasionante exploración de la profundidad del espacio, utiliza la perspectiva como método para definir y explorar la realidad”; Salvador Dalí: “técnica impecable sumada a una enorme variabilidad de estilos”; Magritte: “técnica perfectamente académica que contrasta con los contenidos de su obra, fascinantes y provocadores”5, etc. Ni hablar, por supuesto de Ter Boch o Vermeer o Leonardo, los autores del renacimiento y del barroco sobre los que los espíritus no legos suponen entender y consideran que son laverdadera pintura.
Todos los pintores aprecian la técnica y la pasión. Tal como señala Mukarovski de Leonardo y que vale para estos autores: para él no hay ambigüedad entre ciencia y arte sino que son dos caras de la misma moneda y las experiencias humanas y estéticas no tienen otro modo de defenderse, de canalizar su ser, de existir, sino a través de la técnica.
De modo que los autores elegidos comparten con la producción de Peri Rossi ese intento de inscripción en la tradición a partir de la búsqueda de rupturas dentro de ella. De allí que no sean marginales sino consagrados, porque la ruptura que cada uno de ellos provocó en la estética es la piedra de toque de su conservación, de su entrada en el canon, de su posibilidad de consagración en tanto clásico.
En este sentido, los poemas dan cuenta de la estética de cada pintor y en su conjunto muestran la construcción de un canon cuyo presupuesto base es la combinatoria perfección técnica/ruptura. En el acontecer de poemas que narran la historia de un canon, la escritura también focaliza en los modos en los que el otro -el supuesto hacedor de la referencia de los poemas, cada pintor -crea una estética. Por lo tanto, los poemas hacen “crítica de arte”: el movimiento, el matiz para Monet, la copia del modelo para Leonardo, la intimidad barroca de Vermeer de Delft, “ese aire chejoviano” de Sorolla; vale para la historia que narra pero también para la historia del autoritarismo y para la estética de Balthus esta sentencia:
Ejecuta la antigua partitura
sin pasión
sin piedad
con la fría precisión
de los roles patriarcales. (97)
Y para Magritte, sus rasgos: los objetos que contradicen la ilusión de ley de gravedad -anulación de la tridimensión en un plano-, la idea de irrealidad (la referencia como un mural publicitario, de objetos dibujados, sin vida llena), la paleta limpia, definida, de colores precisos, sin provocación, el sentido de las cosas sin totalidad, desarticuladas:
El pan y el vaso
flotan en el aire irreal
de Nueva York dormida
como satélites de una galaxia neutral
y por lo demás
incomprensible. (57. La cursiva es mía)
Por otra parte, la selección de los cuadros puede darnos una idea de muchos recorridos que apuntan a conformar un conocimiento y una experiencia de la alta cultura: un paseo por los museos del mundo, donde la subjetividad nos dice: “estuve en París (en el Louvre, en Orsay, en Jeu de Paumme)… visité Munich y su AltePinakote o el Prado o la Tate; quizás el sujeto se abstuvo de salir de su biblioteca como Borges sostenía respecto de Alonso Quijano y pudo reconstruir el itinerario en las reproducciones, en el nuevo flaneur de la cultura de los 50 y de los 60, la que estableció un pacto con el demonio imagen. Tanto uno como otro suponen dos modos de acción, dos sensibilidades y disposiciones; no, sencillamente dos modos de asomarse a la cultura sino dos saberes culturales, dos pasados. Si el hoy espacio “pasatista” del entretenimiento doméstico lo constituye la novela de la tarde esto es porque la tele reemplazó al libro, a las ediciones baratas de Tor y éste al teatro de Lope o de Shakespeare. Variabilidad de modos de apreciación y vivir los espacios de la cultura.
Sin embargo, el texto de Peri Rossi no desanda ni anda estos caminos excluyendo uno de otro como si fueran incompatibles sino que exhibe la lógica de los 90, un poco de las dos cosas, esto es en especial por la elipsis en torno a dónde está y cuándo mira, ante la exhibición ostensible de poemas que describen una perspectiva subjetiva pero que carecen de referencias en torno al sujeto que ostenta ese determinado mirar (no hay pronombres en primera casi, no hay deícticos, y, sin embargo… es personal). No es un relato de estilo retrospectivo, autobiográfico, de ego: “Llegué al Louvre, recorrí aburrido una a una las salas hasta que una imagen me detuvo…”. Peri Rossi es aquí menos “realista” y “menos romántica”. El sujeto escenifica un hacer multiforme: conocer y trabajar, alternar entre el contacto con el aura y con la reproducción en un buen libro, frente a la chimenea de su casa. Ni más ni menos que la opción cultural que ofrecieron las décadas últimas de la reproducción técnica, la mercantilización del arte y las posibilidades de viajar.
El crítico de arte entonces, plantea varios recorridos mientras da cuenta de las historias y los estilos de los cuadros de referencia, recorridos que son modos de experimentar ser en la escritura. En ella y en las imágenes se concibe el mundo de la consagración como el espacio en el que lo que se conserva es, justamente, lo que rompe, lo que va más allá.
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