Artículo publicado en
EL MUNDO – ESPECIAL DIA DEL LIBRO
Abril 2016
“El primer discurso feminista de la literatura española es la autodefensa de Marcela…”
…. extraordinario personaje que aparece en los capítulos XII, XIII y XIV de Don Quijote. El relato de Marcela descubre una posibilidad de mujer liberada, autónoma, independiente y que rechaza el matrimonio y a los hombres, prefiriendo estar con mujeres de condición social inferior (pastoras), ser ella misma una pastora, aunque sea de origen rico y tenga fortuna propia. Marcela es admirada y codiciada por los hombres, sin distinción de clase social, por su belleza, además de por ser rica, se convierte en el azote de ellos (Grisóstomo acaba de ahorcarse, víctima de despecho amoroso) porque no le interesan los hombres. El no de Marcela tiene el poder de revertir las relaciones tradicionales de poder entre los sexos: al renunciar al matrimonio, se convierte en fálica, ella detenta el poder, e inaugura, involuntariamente, una lucha de rivalidades entre ellos por su conquista.
Marcela reclama la libertad de ser como ella quiere ser. Busca la independencia, separándose de la vida social. No se ha convertido en pastora para jugar con una retórica, para someterse a los lugares comunes de un género literario, rechazando a los pretendientes, lo que realmente desea es encontrar un refugio para su independencia. Primero explicará que es libre de amar a quien quiera y no a aquél que la ame: «Yo conozco, con el natural entendimiento que Dios me ha dado, que todo lo hermoso es amable; mas no alcanzo que, por razón de ser amado, esté obligado a lo que es amado por hermoso amar a quien le ama». Después reclama su derecho a escoger libremente la soledad: «Yo nací libre, y para poder vivir libre escogí la soledad de los campos: los árboles de estas montañas son mi compañía; las claras aguas de estos arroyos, mis espejos; con los árboles y con las aguas comunico mis pensamientos y mi hermosura».
En el capítulo XIII Marcela reivindica su libertad y se defiende de la acusación de mujer fatal subvirtiendo los roles tradicionales del género de la época. Igual que Helena, en La Eneida, de Virgilio, Marcela se rebela contra su belleza como único atributo. El discurso empieza con la frase: «Hízome el cielo, según vosotros decís, hermosa (…) a que me améis os mueve mi hermosura, y por el amor que me mostráis decís y aún queréis que esté yo obligada a amaros». He aquí una mujer hermosa que reniega de su belleza porque no ha hecho nada para merecerla, y que pretende ser querida por quién es. Aplicando una lógica implacable, Marcela reprocha a los hombres: «Si como el cielo me hizo hermosa me hiciera fea, ¿fuera justo que me quejara de vosotros porque no me amábades?».
Marcela es uno de los primeros personajes femeninos de la literatura universal que desacraliza el mito de la belleza femenina; en lugar de ser un atributo, se convierte en una pesadilla, porque es perseguida por los hombres, deseada, cuando no desea, y zaherida, por su independencia. Los hombres la quieren poseer y dominar porque es hermosa (y rica); debe rebelarse contra esa condición, no entregando su belleza y renunciando a su condición social, transformándose en una pobre pastora. La histeria de Marcela (así hubiera sido calificada por la psicología tradicional, machista: una frígida histérica) es una forma deliberada de feminismo, de contestar a una sociedad patriarcal, donde las mujeres valen sólo por su físico.
«A los que he enamorado con la vista, he desengañado con las palabras; y si los deseos se sustentan con esperanzas, no habiendo yo dado alguna, bien se puede decir que les mata su profía y no mi crueldad (…) Mi intención es vivir en perpetua soledad y de que sólo la tierra gozase el fruto de mi recogimiento y los despojos de mi hermosura».
Marcela expone uno de los conflictos más comunes en la guerra de los sexos: si una mujer es hermosa, se convierte en un trofeo y los hombres disputan por ella; si no se entrega, los hombres la acusan de cruel y perversa, pero si se entregara a uno de ellos, perdería su libertad, se convertiría en una esclava más.
No existe en la literatura, hasta ese momento, un alegato más poderoso, más sombrío a la vez. Marcela descarta cualquier compañía humana: «Yo, como sabéis, tengo riquezas propias; tengo libre condición, y no gusto de sujetarme; ni quiero ni aborrezco a nadie; no engaño a éste ni solicitó a aquel; ni me entretengo con el otro. La conversación honesta de las zagalas y el cuidado de mis cabras me entretiene».
La bella Marcela ha elegido la soltería y la soledad como contestación al machismo dominante.
Podemos decir que con este discurso, Cervantes funda la hipótesis de la frigidez femenina como una reacción de la mujer a ser tratada como objeto, uno de los temas favoritos del feminismo de la segunda mitad del siglo XX, a partir de Simone de Beauvoir y del Segundo Sexo.
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